Cuando la nevisca sea tan espesa que apenas puedas ver la mano al final de tu brazo, cada pisada duela como si caminaras sobre cristal candente, los ojos comiencen a congelarse y un último pensamiento esté en la próxima primavera, descubrirás -¡oh, prodigio!- el punto indistinto de la línea entre ficción y lo que llaman real. Entonces la luz, cada vez menos borrosa, avivará todo de color azul neón. No busques en el mapa el presagio de la muerte inminente. La bonita jovensemidesnuda ya está a tu lado, confía.
Simplemente apoya la cabeza en el cálido desorden de su anhelo.
J.C.G. (25 de diciembre de 2017)