El texto a continuación es de Franz Kafka, y pertenece a 'En la colonia penitenciaria'.
Dice:
Dice:
"-¿Comprende el funcionamiento? La Rastra comienza a escribir; cuando termina el primer borrador de la inscripción en el dorso del individuo, la capa de algodón gira y hace girar el cuerpo lentamente sobre un costado, para dar más lugar a la Rastra. Al mismo tiempo, las partes ya escritas apoyan sobre el algodón, que gracias a su preparación especial contiene la emisión de sangre y prepara la superficie para seguir profundizando la inscripción. Luego, a medida que el cuerpo sigue girando, estos dientes del borde de la Rastra arrancan el algodón de las heridas, lo arrojan al hoyo, y la Rastra puede proseguir su labor. Así sigue inscribiendo, cada vez más hondo, las doce horas. Durante las primeras seis sólo sufre dolores. Después de dos horas, se le quita la mordaza de fieltro, porque ya no tiene fuerzas para gritar. Aquí, en este recipiente calentado eléctricamente, junto a la cabecera de la Cama, se vierte pulpa caliente de arroz, para que el hombre se alimente, si así lo desea, lamiéndola con la lengua. Ninguno desdeña esta oportunidad. No sé de ninguno, y mi experiencia es vasta. Sólo después de seis horas desaparece todo deseo de comer. Generalmente me arrodillo aquí́, en ese momento, y observo el fenómeno. El hombre no traga casi nunca el último bocado, sólo lo hace girar en la boca, y lo escupe en el hoyo. Entonces tengo que agacharme, porque si no me escupiría en la cara. ¡Qué tranquilo se queda el hombre después de la sexta hora! Hasta el más estólido comienza a comprender. La comprensión se inicia en torno de los ojos. Desde allí se expande. En ese momento uno desearía colocarse con él bajo la Rastra. Ya no ocurre más nada; en hombre comienza solamente a descifrar la inscripción, estira los labios hacia fuera, como si escuchara. Usted ya ha visto que no es fácil descifrar la inscripción con los ojo; pero nuestro hombre la descifra con sus heridas. Realmente, cuesta mucho trabajo; necesita seis horas por lo menos. Pero ya la Rastra lo ha atravesado completamente y lo arroja en el hoyo, donde cae en medio de la sangre y el agua y el algodón. La sentencia se ha cumplido, y nosotros, yo y el soldado, lo enterramos."
Mi comentario se reduce a proponer algunas ideas (alguna tal vez sea sugestiva a lectores como Felipe R. Navarro, Maria Pina Fersini, Diego Falconí y Augusto Jobim)
Una es la (periódica y regular) pérdida de sangre identificable con la del pensamiento. El sangrado completo es muerte del pensamiento; no sangran las heridas tras la muerte. El pensamiento es la sangre. Otra, creo que Kafka puede estar planteando una interesante relación -que no he visto desarrollada por otros- con el valor de la intimidación y coacción jurídica. El verdugo real es el fracaso del verdugo simbólico. La ejecución del castigo, de la pena, es no es el fin del Derecho, sino su delusión. El verdugo real observa tan cuidadosamente, tan de cerca y minuciosamente, y casi en éxtasis (éxtasis por su víctima, con la que se identifica en ese arrobo y es su propio embeleso) como a espera de un ‘milagro’. La mirada sádica -Sade y el cuerpo es una elemental referencia precursora que habría que recuperar en Kafka y en el sadismo de los nazis- es una esperanza de ilusión, y por tanto un delirio de purificación (la purificación kelseniana del anti-jurídico) del propio carnicero jurídico (de la carne de la Ley, mediante encarnizamiento), y también de la fantasía del ario (puro) en la carnicería del Holocausto. Y, última: en el cumplimiento de la sentencia, con la caída de la cabeza -la pena capital, la decapitación- se produce el efecto de ‘peso muerto’ de la Ley.
[Del 'último bocado' indigerible (o postrer cáliz), del 'Ojo' expansivo (ojo de la Ley; M. Stolleis) y de la 'sexta hora', no comentaré: porque está todo dicho ('dando una gran voiz, expiró') en el texto: "Hasta el más estólido comienza a comprender".]
J.C.G.